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Carlos Berlanga - Indicios (1994)

viernes, 29 de febrero de 2008


1 Indicios de arrepentimiento
2 Tazas de té
3 El día del recuerdo
4 Traición
5 La funcionaria
6 ¿Qué sería de mi sin ti?
7 C'est la France
8 Si no es por ti
9 Aguas de Março
10 Arena





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"Indicios" (Compadres, 1994) constituye la gran obra maestra de Carlos Berlanga, en la que, aunque cerca del concepto de pop electrónico, se aproxima más que nunca a su pasión por la música brasileña, en concreto a su adorado Antonio Carlos Jobim, ya desde la propia portada del disco, todo un guiño a su “Wave” (A&M, 1967).

Casi coetáneo al largo de Family, incluso posterior, nadie pone en duda el influjo de Carlos Berlanga en esta rama del pop de la que grupos como el ya citado, Le Mans, o incluso, por qué no, Astrud, han sabido beber y recoger el testigo con tanto acierto.

Supone el refrendo de todo lo que Carlos quiso jamás plasmar. Sus manías, sus neuras, sus gustos personales, arreglos de cuerda a medida, pero... sin su amigo de toda la vida componiendo junto a él. Y se nota. Vaya si se nota. Se nota en la mala leche de algunas de las canciones, por más que ante este obstáculo Carlos, que se consideraba a sí mismo un letrista nefasto, se hiciera acompañar de su amiga Paloma Olivié en la composición de las mismas.

Sin dar de lado las guitarras, los ritmos edulcorados de “Indicios de arrepentimiento” ya comienzan a rodearse de unos sonidos tecno-pop, donde las letras se enhebran para crear escenas corrientes y sencillas, pero irrepetibles. Algo así como sucede con J de Los Planetas, que cuando saboreas algunas de sus frases es inevitable pensar “hey, esto lo podía haber escrito yo”. Pero realmente no lo haces. ¡Gran virtud la de los que necesitan tres palabras para explicar lo que yo llevo intentando en un párrafo!.

En ese sentido “Tazas de té” es un fiel reflejo de todo lo anteriormente comentado. Empezando como un “Brand new Cadillac” de los Clash, introduce la quinta marcha para llevarnos a la parte de Dinarama que más le satisfacía, con una de sus temáticas favoritas: el desamor. Alargándolo, disfrutándolo, saboreándolo, se regodea en su propia miseria en un tono entre quejicoso e irónico en ese grandioso estribillo del que hace gala. Con la máscara de dandy aún puesta y esa voz sugerente, continúa con “El día del recuerdo”. Aroma a Fangoria (incluso en el subconsciente se crean coros de Alaska) y Jobim. Mucho Jobim.

El derroche de talento llega a su punto cumbre con “Traición”: “Yo (pausa) / que sólo fui para ti (pausa) / Paracetamol”: sublime (casi tanto como unir Leganés y San Blas en la misma frase sin perder un atisbo de elegancia). Las malas lenguas dicen además que se trata de toda una declaración de intenciones hacia Alaska, pero nosotros como somos mucho más buenos no lo diremos.

Y tanto hablar de las Vainica siempre, pues no iba a faltar una estupenda versión de las mismas: “La funcionaria”, que no sólo conserva todas las virtudes de la original, sino que nos trae diez años después esta estupenda “reivindicación” en torno a una figura por la que Carlos ya debía tener especial atracción tiempo ha (“La funcionaria asesina” en Dinarama, sin ir más lejos). Para colmo las Vainica hacen los coros.

“¿Qué sería de mí sin ti?”, por estructura y temática podría constituir una continuación del “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?”. Diez años después resulta que tras matar a su marido la jugada no ha salido del todo mal -“no está tan sola / American Express”- y, entremezclada con tintes autobiográficos, constituye un fiel reflejo del consumismo exacerbado del artista, sentenciando al dinero, de forma irónica, “eres mi Dios”. Curiosamente un par de años antes, Fangoria en “Un Día Cualquiera en Vulcano” (GASA, 1992) incluía “El dinero no es nuestro Dios”. Lo cierto es que la grandeza de esta canción es la de evocar la figura de Camela con una copa de champagne. Un tema de nuevo rico que da paso a su particular visión sobre Francia (cómo no, el francés había de estar presente).

“C'est la France”, plagada de referencias sin llegar a ser intelectualoide, se hace acompañar no sólo de Azucena de NSQ, sino de Toulouse Lautrec, Catherine Deneuve, Mireille Mathieu, François Truffaut... para hacer un tema tan bailable como delicioso. “Si no es por ti”, llega casi sin respiro para soltar por esa lengua afilada algunas de las frases más venenosas que ha escrito: “Si no es por mí / pondrías copas o algo peor”. Simplemente genial.

Dando testimonio de cómo hacer lo que uno quiere cómo y cuándo quiere, se hace acompañar de ni más ni menos que Ana Belén para hacer una revisión del clásico “Aguas de março” de Jobim. Por último, “Arena”, con reminiscencias a Depeche Mode, pone fin a un disco que fluye de una manera demasiada natural. Como si lo natural fuera conformar obras de tal calado.

Como nota curiosa, las dedicatorias de la contraportada. Algunas de ellas, no tienen desperdicio.

La fonoteca

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